El fin de semana pasado marcó otro giro en la historia de los afroamericanos en Estados Unidos. En efecto, el sábado 24 de septiembre 2016, el Presidente Barack Obama inauguró el Museo Nacional de Historia y Cultura Afroamericana, el más grande museo del país dedicado a la historia afroamericana. El Museo comprende 40 mil metros cuadrados e incluye un millar de objetos recolectados en el transcurso de los últimos trece años, dichos objetos se encuentran repartidos en seis pisos para rememorar la historia de los Negros en Estados Unidos, intentando asociar sus sufrimientos y peripecias a su fuerza y orgullo. Haití, primera República negra tiene, evidentemente, un lugar en este museo. Hoy los invitamos a hacer un tour en estos cuatrocientos años (y más) de historia a través de los ojos de una joven citadina.

 

“Soy haitiana”. Esta frase quiero gritarla una y otra vez mientras los visitantes se detienen a los pies de la estatua de Toussaint Louverture, curiosos de saber quién es este hombre cuya efigie se encuentra junto con las de Thomas Jefferson y Benjamin Banneker. Quisiera poder decirles todo lo que sé de mi héroe, que es mucho más de lo que dice la placa donde se menciona la revolución haitiana y cómo sirvió de catalizador a la rebelión contra el sistema esclavista. The Founding of America se puede leer en la pared junto a extractos del acta de independencia de Estados Unidos. Con todo mi orgullo, intento capturar bajo todos los ángulos todo lo que se exhibe sobre este hombre que nosotros, los haitianos, llamamos el precursor de la independencia. Ya sabía que esta estatua se conseguía en el Museo Nacional de Arte y Cultura Afroamericana, nuevo museo del Smithsonian, dedicado a la historia afroamericana, incluso ya había visto una foto, sin embargo, los sentimientos encontrados ahora que estoy en el museo son mucho más fuertes y me sirven de guía en mi visita.

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Carta de Toussaint Louverture a Charles Humbert de Vincent

Mi recorrido por la historia de los Negros empieza setenta pies bajo tierra, en el sótano del museo. Allí vuelvo a descubrir las potencias coloniales de inicios del siglo XVI, veo de más cerca la pesadilla de los negreros, los navíos que transportaban a los Negros de África y me hago una idea mejor de la esclavitud en Estados Unidos y de la segregación que se llevó a cabo posteriormente. Cadenas, látigos, tantos instrumentos que recuerdan cómo los Negros eran tratados en el pasado mientras me adentro en el sistema esclavista en Estados Unidos. La gorguera de Harriet Tubman, esclava que ayudó a una gran cantidad de personas a escaparse, piezas provenientes de Sao José Paquete, Africa, embarcación que transportaba esclavos que naufragó en 1794, el vestido que cosía Rosa Parks el día que fue detenida después de haberse negado a ceder su lugar a un pasajero blanco en un autobús en Montgomery, la carta escrita por Toussaint Louverture a Charles Humbert Vincent, un vagón de viajeros que data de 1918 con asientos reservados para los Negros…¡hay tantas cosas que ver!

Encuentro difícil dejar el sótano pues temo no haber visto algo, aunque sé claramente que me tomaría horas, incluso días para apreciar completamente estas páginas de la historia. La prueba, efectivamente, más tarde me di cuenta que no había visto objetos de mucha importancia, por ejemplo, el primer ataúd de Emmet Till, joven Negro asesinado en Mississippi por haber coqueteado con una blanca. Vi su foto pero no fue sino a través de Internet que me enteré que el ataúd donde inicialmente fue enterrado también formaba parte de la exposición. Resulta difícil creer que perdí la ocasión de ver un objeto de tal importancia, tanto material e histórica, como este ataúd cubierto de vidrio…Fue justamente para prevenir que esto me volviera a ocurrir que, subiendo por las escaleras hacia el primer piso del museo (es necesario hacer la fila para el ascensor), me prometí regresar en cuanto tuviera la oportunidad. Dejo atrás el esclavismo y la segregación, ahora el tema es el modo de vida de los Negros, sus costumbres, sus logros y expresiones culturales.

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Vestido que cosía Rosa Parks antes de su arresto

En los pisos superiores la atmósfera es más ligera. En el segundo piso, admiro la exposición de fotos de Negros en diferentes momentos de sus vidas y su evolución. Me detengo en una sala donde una señora habla de árboles genealógicos y de cómo buscar a la familia. Quizás algún día me lance en esta aventura e intentaré conseguir a mis ancestros…Mientras tanto, continúo viajando en la vida de los Negros de Estados Unidos. Pienso especialmente en mis allegados que se unieron al ejército americano mientras paso por la galería donde se exponen las proezas de los Negros que contribuyeron a asegurar la protección de Estados Unidos, desde la revolución americana hasta la guerra civil, a pesar de la discriminación a la cual se les sometía. Me aseguro de guardar en mi móvil un recuerdo de los puños al aire de los atletas afroamericanos Tommie Smith y John Carlos en los Juegos Olímpicos de México, en 1968. Y por supuesto, hago una pausa para tomar una foto de cerca de los guantes del boxeador Muhammad Ali, fallecido el pasado mes de junio, bien ubicados junto a la leyenda del baloncesto Michael Jordan y en el medio de las dos estatuas de las hermanas Williams, Serena y Venus.

En el último piso de este museo en donde trabajó también Joanne Hyppolite, curadora del museo de origen haitiano, me impregno aún más de la cultura afroamericana: música, baile, cine, literatura…se consigue un poco de todo. Adicionalmente, es en esta parte del museo donde me consigo al autor haitiano Félix Morisseau-Leroy. Este poeta quien se diera a conocer especialmente por su lucha en pro de la oficialización del creole como lengua falleció en 1998, es decir, dos años después de haber recibido el premio Carbet por el conjunto de sus obras, sin embargo, su trabajo sigue siendo eterno. En el espacio dedicado a este poeta, una nota recuerda la constitución de la diáspora y los lazos que unen a los descendientes de África, bien sean afrocaribeños, afroamericanos o incluso afrolatinos. En una vitrina, se pueden ver ejemplares de obras de Félix Morisseau-Leroy tales como Haitian and Oddities, Wa Kreyon, traducción creole del griego clásico Antígona y Dyakout. Adicionalmente Boat People, texto de este autor que, hasta su muerte defendió la cultura haitiana, también se encuentra expuesto en sus versiones creole e inglesa. Me aferro un momento a este pequeño pedazo de Haití insertado en la inmensidad de la cultura afroamericana.

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Obras de Félix Morisseau-Leroy

Aquí me encuentro, al final de mi peregrinaje en este museo repleto de historia que, yendo más allá de las piezas tradicionales disponibles en otros museos, logró reunir un conjunto de objetos inéditos. Sin embargo, la historia no se detiene al final de la segregación, tampoco con la elección de un presidente negro, ella continúa escribiéndose todos los días al mismo tiempo que la lucha por la igualdad prosigue, despertada por eventos como la muerte de Travyon Martin y el movimiento Black lives matter, quienes igualmente consiguen su lugar en este nuevo patrimonio de afroamericanos. “Nunca había estado tan orgullosa de mis orígenes” me dije mientras tomaba las escaleras nuevamente para bajar al primer piso. Mi última parada es en la tienda de recuerdos, pues, obviamente, mis numerosos videos y múltiples selfies no son suficientes. Me hace falta más para inmortalizar este encuentro tan interesante que acabo de tener con la historia. Necesito recuerdos palpables de este lunes 26 de septiembre que duren en el tiempo después de que baje el boom en torno al museo.

 Alojado en el corazón de los memoriales y museos que forman la identidad nacional americana, el Museo Nacional de Arte y Cultura Afroamericana es el producto de los planos del arquitecto ghanés David Adjaye. Construido en forma de corona tradicional yoruba, una de las etnias mayoritarias del golfo de Guinea, recuenta la historia de los afroamericanos, desde la esclavitud hasta la elección de Obama, sin olvidar los problemas raciales actuales. Las entradas, gratuitas por el momento, se terminan como pan caliente. Se dice que muchos deberán esperar el mes de diciembre para poder finalmente tener acceso al museo. Yo me uno a la ola de curiosos y suertudos que, años más tarde, podrán jactarse de decir que fueron los primeros en visitar este monumento conmemorativo que los antiguos combatientes negros de la guerra civil reclamaban en vano desde 1915.

Consciente del privilegio obtenido, pacientemente hice la fila todas las veces que fueron necesarias. Treinta minutos para entrar en el museo, doce minutos para ir al baño de damas, sesenta minutos en la escalera que conduce al sótano, ahí donde comienza la historia de los Negros en el museo, entre tres y cinco minutos para llegar finalmente a tomarme un selfie con la estatua de Michael Jordan, cuarenta y cinco minutos para entrar a la tienda de recuerdos y luego tres minutos para pagar mi compra. Temo que pasé la mayor parte de mis tres horas y media de visita haciendo filas ¡pero eso sólo me motivó a planificar otra cita, muy pronto, con la historia!

Le Nouvelliste