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« Vive tu pasión, vive honestamente » he aquí los principios bajo los cuales la educaron sus padres y los cuales no debía traicionar. Aparte de eso, todo lo que hiciera feliz a la única hija de los Delatour, estaba permitido. Todo, incluso el arte. Cuando quiso dedicarse al arte, nadie se lo impidió. Todavía cuenta con el apoyo de los suyos. “¡qué suerte! “Dirían algunos, ya que en Haití, la mayoría de los padres siguen reticentes a ver a sus hijos aventurarse en esta vía. Con sus ojos que brillan de emoción al hablar de su trabajo, y sus gestos, dudamos que se le pueda disuadir de lo contrario. Patsye no vive sino para su arte. Ataviada con un vestido gris que resalta gracias a sus accesorios de turquesa montada en plata, sus cabellos ondulados flotan libremente sobre sus hombros y enmarcan un rostro ligeramente maquillado.  Si no fuera por su lápiz labial rosa fucsia, ni lo habríamos notado.

Simpática, de mente ágil y alerta, nos recibe en su estudio sin pretensiones. Todo está en calma y en orden. “Tuve tiempo de arreglar un poco. Siempre hay un poco de desorden después de las exposiciones” explica Patsye Delatour, mientras tratamos de justificar nuestra demora. La última que tuvo fue Yoni Triology, que se llevó a cabo  a finales de marzo en  el Pétion-ville Club en compañía de Ama Makeda y Tessa Mars. El mobiliario es sencillo. Algunas de sus pinturas adornan un trozo de pared de madera, mientras que unas  dos o tres, obviamente sin terminar, ocupan una esquina de la habitación. En  su mesa de recibo, hay unos cuantos libros que nos dan una idea de  los gustos de la  artista: Paulo Coelho, Deepak Chopra, Omraam Mikhaël Aïvanhov, autores asociados con la espiritualidad. Patsye es muy zen a pesar de haber sido criada como católica. Inclinada hacia la metafísica, las historias sobre la vida de los yoguis  llenan su vida de energía positiva, lo que trasmite a través de sus pinturas. Ella reza mucho. Su jornada de trabajo comienza, a menudo, con deporte, una de sus aficiones: Patsye es adepta al fisicoculturismo. “Plis fè a lou, plis m eksite ” expresó con una carcajada. Luego, practica meditación, antes de ir a su estudio, situado en la zona de Champs de Mars. Y allí, de 10:00am a 4:00 pm, excepto cuando no tiene material, pinta varios cuadros, a la vez, si su  estado de ánimo se lo permite, con testigos privilegiados que encienden velas e incienso para atraer solo vibraciones positivas.

Ella llama su estilo “Vibration lines”. Para ella es importante que en su obra la energía que se genera y que se transmite sea positiva al momento de crear. En sus manos, toman vida piezas de diferentes dimensiones. Si utiliza pintura acrílica, su soporte favorito es el tablex. Nacida en Puerto Príncipe, el 2 de diciembre de 1979, Patsye creció entre dos galerías: la de su abuela Carmelle Delatour, una pionera en esa área, y Fanal, la galería de su madrina Jaqueline Pomplilus. Luego de sus estudios en Union School, se fue a estudiar a Estados Unidos. Su primera opción fue la Universidad Barry, en donde estudió Comunicación.

“Antes creía que iba a ser escritora porque me encantaba escribir” nos confesó Patsye, pero luego de un año, la pintura me terminó de hechizar y decidí cambiar de campo. Durante uno de sus viajes de vacaciones en Haití, sus padres al ver su interés en el dibujo y la pintura, le propusieron conocer a Tiga. “Si tu dibujas así, deberías conocer gente interesante del medio para que veas si eso es lo que realmente te gusta” le dijeron sus padres. Ella aceptó conocer a Tiga, sin vacilar. “Cuando lo conocí pensé que me iba a felicitar por mis dibujos” recuerda Patsye, pero el famoso pintor del movimiento Saint Soleil no hizo ningún comentario sobre el trabajo que le enseñó la joven artista. “Me llevó  hacia a un cuadro y simplemente me dijo: pinté este cuadro, y diez años después lo que pinté se volvió realidad”. Un testimonio que marcó a Patsye y le abrió sus ojos a una nueva dimensión del arte. La intuición, el aspecto premonitorio que podrían tener sus obras. Determinada a seguir este camino, Patsye, quien ya había estudiado dos años en la Universidad Barry, se inclina hacia las bellas artes. Se traslada a Washington donde estudia Bellas Artes en el Corcoran College of Arts and Design. “En fin, las bellas artes son otra forma de comunicación,  al fin pude darme cuenta de  que esto era lo que realmente me interesaba”, expresó la artista. Tres años después, en 2005, una vez terminados sus estudios, Patsye realizó su primera exposición en 2006 en la Embajada de Haití en Washington. “Fue una manera de demostrar la filiación, la unión entre Haití y yo. Una forma de compartir y agradecer a mi país “, asegura la pintora  cuyas exposiciones siempre han estado  relacionadas con Haití. Para el año 2010, poco después del terremoto, Patsye decidió volver al redil después de una década en Washington. “Después del terremoto, perdí a mis abuelos  y me di cuenta también que en pocos segundos podría  haber perdido a toda mi familia. Era importante para mí estar físicamente más cerca de mi familia, estar con todos ellos. Fue difícil para mí estar lejos,pero quería regresar a ayudar y también participar. Por lo tanto, inmediatamente después,  mis amigos y yo creamos una fundación,” nos lo contó sin poder  contener su emoción: “Regresé a la fuente de mi inspiración,  a mis esquemas de color”, dijo más tarde.De hecho, desde su llegada a Haití, no ha hecho otra cosa sino pintar. Producir.  Para ella es importante crear, trabajar para que su nombre sea recordado en la posteridad de la pintura haitiana. A pesar de su  talento, ella no es muy conocida aquí. Soltera, sin hijos, Patsye admite que tiene mucho amor para dar y compartir con otra persona, si Dios quiere: a pesar de esto, se siente feliz. Su trabajo la  satisface. “Siento que estoy en el camino correcto. Me gusta donde estoy. Terminé de decidirme por lo que quiero como artista “, dice Patsye, gran fan de Bernard Séjourné y Mafalda.

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