L71

Jean-Jacques Dessalines, Max Beauvoir, Toussaint Louverture, Abraham Lincoln, Azor, Papa Neck, Vivianne Gauthier, Patrice Dumont, Hugo Chávez, Fidel y Raúl Castro, Danielle Thermidor…tanto héroes como grandes personalidades esculpidas y expuestas en la galería de arcilla de Lobenson Civilma, también conocido como L7.

No es tanto el hecho de que hayan sido plasmados en esculturas que los hace héroes, estén fallecidos o vivos, sean del pasado o de la actualidad. Más bien, lo que capta la mirada es la fidelidad con la cual fueron realizadas estas esculturas. De hecho, nadie puede ver el busto en arcilla de Max Beauvoir o el de Abraham Lincoln, mucho menos el de Pepe (Patrice Dumont) y no impresionarse. Lobenson Civilma figura, sin duda alguna, entre los grandes escultores haitianos, a la par de Mormil Charles y Ludovic Booz.

Ya en su infancia, Lobenson se siente atraído por el dibujo, reproduce todo lo que llega a sus manos. “Somos seis en la familia. La mayor parte de mis hermanos se interesaba por el derecho, la sociología o la medicina. Yo me aferraba a mis dibujos. Cuando mi madre se conseguía un cuaderno con las páginas repletas de siluetas masculinas o de reproducciones de personajes de dibujos animados, ella sabía que ese cuaderno me pertenecía”, explica el joven, sumergiéndose en sus recuerdos, como si fuese ayer.

La ilustración y todo lo concerniente al arte no abandonan a este niño, ya lo suficientemente mayor como para ir solo a la escuela. En el recorrido, aprovecha el momento para desviarse dos veces: una de ida, en la calle Pavée, para admirar el busto de la dama y el niño, realizada por Normil Charles y otra en su regreso por la calle del Centro con el fin de examinar a sus anchas los detalles del busto de Élie Dubois, situado delante de la escuela que lleva su nombre. “Yo devoraba literalmente su rostro. La expresión de la escultura, su mirada, es lo primero que siempre me llama la atención. Paso mucho tiempo observando a la gente, la forma de sus ojos, sus orejas…Me pasa que a veces sólo salgo para hacer eso”, agrega el escultor.

Esta curiosa obsesión no pasó desapercibida. En su casa, Lobenson tuvo el privilegio de que sus deseos artísticos no fueran coartados desde un inicio. Su familia, especialmente su madre, siempre lo motivó, de hecho, es su fan número uno. Quien va a ayudarlo verdaderamente es Yves, un padre adoptivo y ebanista en cuyo taller Lobenson pasa la mayor parte de su tiempo. Viendo su gran curiosidad, papá Yves decide presentarle, en persona, a Ludovic Booz a quien se le debe la estatua del Indio desconocido, los bustos de Dumarsais Estimé y de Hector Hyppolite en Pont-Morin y el de Magloire Ambroise, en la plaza de ese mismo nombre en Jacmel. “Cuando papá Yves me anunció este encuentro, para mí fue una gran noticia, cuenta Lobenson, muy entusiasmado. El día anterior no aguantaba la ansiedad. Sobre todo porque acababa de terminar un libro sobre Ludovic Booz, en el Centro de Arte al que iba después del liceo. Con mi padre adoptivo, fuimos a conocer al maestro en su casa, en Carrefour-Feuilles. Fue el inicio de mi aventura con la escultura.

Lobenson no abandonó nunca a Booz quien, muy preocupado por transmitir su conocimiento, recibe al aprendiz en su taller e inmediatamente comienza a iniciarlo de manera práctica y teórica. “Fue la mejor escuela para un aprendiz”, declara el escultor. Sin embargo, Lobenson quiere más. Cuando, por razones administrativas, el Centro de Arte cierra sus puertas en 2006, la Escuela Nacional de Artes, cerrada desde hace ya seis años, decide volver a abrir. El trabajo como vigilante que hacía en ese entonces, finalmente dio resultados. En 2007, el joven termina su dossier en la Universidad d’éetat de Haití, donde era estudiante regular del programa de Historia del arte y de arqueología y figura como uno de los primeros inscritos en artes plásticas de la Escuela Nacional de Artes. Otro sueño hecho realidad.

En la Escuela de Artes, Lobenson no pierde el tiempo. Continúa con sus clases pero se concentra en la escultura, su único amor. Pasa todo su tiempo en el taller de la escuela y se perfecciona. Su primer trabajo, la reproducción en arcilla del busto de Hector Hyppolite. “Cuando esculpo, alimento mi alma y me siento libre. Ante todo, siempre he trabajado más por la satisfacción y las felicitaciones que por el dinero”, señala.

Después de cuatro años en la Escuela de Artes, el joven escultor tiene su sueño en el bolsillo. Participa en numerosos proyectos con la escuela y con particulares. Trabajó en la culminación de la plaza Hugo Chávez, en el foro transcultural AfricAmeria, en el festival Destination Aquin y continúa su formación en la utilización de nuevas tecnologías en las artes visuales. Varias personalidades han pasado por el molde de L7: Hugo Chávez, Max Beauvoir, Dadou Pasquet, Vivianne Gauthier (busto destruido)… “Se trataba de un proyecto de mucha importancia para mí, subraya Lobenson. No podía esperar el fallecimiento de estas personas para rendirles homenaje y la alegría manifestada por Patrice Dumond cuando recibió su busto en Sportisibo demuestra que tenía razón

A fuerza de perseverancia, de noches en vela y de tenacidad, L7 es hoy en día una firma. Le toma entre 15 y 22 días terminar un retrato. Su récord hasta el momento es el busto de Max Beauvoir, terminado en tres días. Si comenzó con una reproducción fiel, que siempre se impone como desafío, el joven procurará incluir su marca de manera original. “Un artista sin originalidad no es realmente un artista”, declara. Los pedidos no llueven todavía pero llegan poco a poco y los clientes están siempre contentos. “Mi más grande satisfacción ha sido ver la alegría de la pianista Micheline Laudun Denis cuando recibió el busto de Beethoven que me solicitó su hijo Macksaen. Pidió conseguirnos para agradecerme personalmente y eso me conmovió mucho”, confiesa muy emocionado. La próxima etapa será la realización de retratos esculpidos de héroes de la independencia.

Le Nouvelliste