Cultura –

André Normil (1934-2014) produjo una multitud de escenas de género, algunas de ellas situadas en un ambiente urbano. Sin embargo, hay un cuadro en el que se representan un conjunto de actividades, pero se pudiera apreciar solo como la imagen de una ciudad. Para afirmar este hecho, el pintor contrapone este ambiente urbano con un rinconcito de campo a lo lejos.  Los personajes, sea un policía, un vendedor de “fresco” o   unas muchachas a la moda, son completamente  urbanos. A diferencia de una escena de género, en donde los personajes representan actividades, aquí su mera presencia es para afirmar que el lugar donde evolucionan es una ciudad. Dicha imagen, vista hoy en día, pareciera expresar nostalgia, de ese momento en el que la ciudad era  escala obligada de los turistas de un crucero. Pero al tener en cuenta la fecha de realización de este cuadro no se puede hablar de nostalgia. Nos encontramos entonces ante la imagen de una ciudad de ensueño. Todo es hermoso,  es una idealización actualizada como la  de  los las indigenistas; es una fiesta sobre el lienzo, una fiesta creada por los colores iridiscentes que crean una fiesta en el ojo del espectador. Es  arte naíf realizado con una habilidad técnica incuestionable. Clasificado dentro de  la categoría de arte naíf, también encontramos los paisajes  urbanos de  la llamada Escuela del Norte, pinturas de los discípulos del maestro Philomé obin. En efecto, la ciudad del Cabo y sus alrededores fueron su fuente de inspiración; de allí la importancia y la precisión del dibujo, la manera de pintar, la selección de los colores, la manera frontal de presentar el tema, se puede casi con toda seguridad, ubicar regionalmente dichos paisajes. Esta pintura suele fascinar dado su aspecto ideal. A su manera, ella coincide con las de los indigenistas.

Anthony Phelps habla de esas imágenes en su libro “La fuerza de lo inconcluso” (2006): “Sin inmundicias en las calles, la gente parece feliz, feliz de vivir en ese lugar”. Es interesante destacar que Laeticia Schutt(1947-) aun cuando respeta las reglas de La Escuela del Norte, se aleja de la imagen ideal. Es una confirmación del hecho de que las cosas ya no son así. De hecho, en esta vista de un rincón del Cabo, se ven fachadas agrietadas, vegetación que crece en las cornisas, hojas muertas sobre las aceras, y luego, una niña pobremente vestida  al lado de su madre, desmoralizada, que deja que unos colegiales recojan su mercancía esparcida en el medio de la calle. Los artistas del Foyer des arts plastiques se alejaron de la imagen ideal. Fueron  los primeros “modernos” en abordar el tema de la ciudad. Rompieron con lo anterior al crear un arte que mostraba preocupaciones sociales y especialmente  preocupaciones estéticas. En lo concerniente al contenido, la ciudad ya no es el destino turístico que proponen los trípticos. Es una contradicción de las imágenes de las postales.De hecho, sus paisajes de ciudades se inspiran en los barrios populares. En “La Ciudad” de Villard Denis, la arquitectura que se muestra es la de las casas que se encuentran cerca del centro comercial de Puerto Príncipe. Se trata de casas de madera, o de entramados, bastante más modestas que las llamadas “Gingerbread” o aquellas en mampostería de las urbanizaciones más pudientes. Como se puede evidenciar en otras obras de Villard Denis de este periodo,  hay un rechazo sistemático de crear una  ilusión de profundidad. A pesar de ello, algunas casas se muestran de frente, otras de perfil,  y otras en diagonal.

El grupo de casas se desplaza hacia la izquierda. La luz resalta de manera particular en esta parte, realizada con un juego de líneas que crean los techos  a dos vertientes, y los enrejados de las fachadas. Formas geométricas opacas que crean contraste con estas últimas, orgánicas y transparentes a través de las cuales  vemos el fondo negro que ocupa la derecha del cuadro. Todos estos factores sugieren al espectador una sensación de hacinamiento, de promiscuidad, más allá de lo que vemos en  negro. Este desorden está en su apogeo en una representación de la ciudad de Max Pinchinat. Este cuadro lleva  al extremo lo que dijo Leon Laleau de las obras del artista en un comentario de su exposición en el Centro de Arte en 1950: “manipulado  como un lápiz o, a veces como una pluma, (su) pincel dibuja o escribe más de lo que pinta”. Era su manera de observar la supremacía que el artista  le daba a la línea, lo que posteriormente sería una constante en su obra. Este es uno de los rasgos que demuestra que Pinchinat era un artista con un gusto por el riesgo. Moderno,  con un temperamento más instintivo que  razonador, quiso crear un arte  que le permitiera ir más allá de lo real al darle una interpretación a través de signos plásticos  desprovistos de toda “verosimilitud convencional.”  Partiendo de ese principio, al visitar su ciudad natal periódicamente, expresó esta evolución que el mismo confirmaba: Una densificación de la población, la anarquía en las construcciones y el gran número de cables que pasaban de un poste a otro. El hacinamiento y la promiscuidad son nociones que se expresan  en la imagen de una zona popular realizada por Antonio Joseph, una acuarela que es una transcripción libre  de una experiencia vivida, en donde se evidencia una aplicación libre del color. Es importante destacar que Antonio no se unió a sus contemporáneos que dejaron el Centro de Arte para fundar el  Foyer des arts plastiques. Sin embargo, hay que precisar que el tema social fue un tema central en la obra de este artista como se puede ver en sus  retratos y otros paisajes urbanos.