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Con Askanya, creada en 2015, Haití se une al selecto club de la producción de tabletas de chocolate en el mundo. Con sus tres variedades, entre las cuales se encuentran Paradis, Minuit y Wanga-Nègès, el primer imperio negro del mundo puede esperar que dentro de poco tiempo pueda sentarse en la misma mesa que Suiza y otros grandes productores de esta delicia para negociar su parte en el mercado. Esperando este B2B (Business to business) totalmente realista en un Haití ideal, conozcamos a estas personas que tuvieron el valor de poner en marcha un proyecto tan delicioso.

Corinne Joachim Sanon Symietz y Gentilé Sénat son amigos desde la infancia. Ella estudió en el Instituto de Sacré-Coeur, él en el Instituto Saint-Louis de Gonzague. Antes de terminar la secundaria, los dos amigos soñaban con carreras que incluso eran por demás irreales en el contexto haitiano. De hecho, la idea de una fábrica de tabletas de chocolate ya pasaba por sus cabezas en esa época. Una vez que obtuvieron el Bac II, nuestros dos intrépidos se fueron al extranjero, cada uno por su lado, para realizar estudios. Ella llegó a obtener un Máster y un diploma en Ingeniería industrial en Estados Unidos. Él, por su parte, estudió Economía y gestión de proyectos, también en Estados Unidos y luego en Francia. Cuando regresan al país, los viejos amigos siguen interesados en la idea de crear juntos un negocio para prestar una contribución a su manera a nuestra sociedad. El chocolate se impuso entonces como la mejor opción después de haber estudiado, tanto en Google como en el mercado. Se dieron cuenta de que el chocolate local cuenta con muy buena reputación en el extranjero. Adicionalmente, otro socio, muy importante por demás, se une al proyecto: se trata de Andreas Symietz, esposo de Corinne, de nacionalidad alemana.

De esta manera, el trío entonces recolectó consejos de otros chocolateros, tanto conocedores como principiantes. De hecho, hicieron probar su cacao para asegurarse de su calidad y les hicieron saber que tenía potencial. Fue necesario varios meses de trabajo para lanzar en abril-mayo de 2015 las primeras tabletas de Askanya.

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De izquierda a derecha: Andreas Symietz, Corinne Joachim Sanon Symietz y Gentilé Sénat

 La empresa tiene su cuartel general en Ouanaminthe pues es la ciudad natal de los padres de Corinne. Por lo tanto, el hecho de no pagar por el local es un activo, según su copropietario que ve en ello un golpe de suerte para el inicio de su marca. Además, es para estar más cerca de los proveedores de insumos que son miembros de una cooperativa basada en el Norte, un departamento vecino. Y, finalmente, según los dos, es necesario demostrar que es posible no concentrar todo en Puerto-Príncipe. Las tabletas se encuentran disponibles en no menos de veinte localidades, entre las cuales podemos mencionar supermercados, tiendas…hay una decena de ellas en Estados Unidos e, igualmente, pueden ser compradas en línea. Sin embargo, no todo es color rosa para la chocolatería. Como todos los cultivos, sufren por la crisis actual. La directora de ventas dice estar consciente de que las tabletas de chocolate pueden no ser la prioridad de la lista de compras de un hogar haitiano. “La gente no se da tantos gustos cuando estamos en época de crisis”, destaca. “También hay una fluctuación en la tasa del precio del dólar, lo cual es un verdadero obstáculo”.

La particularidad de los chocolates Askanya reside, según la opinión de uno de los cofundadores, en la elaboración de las tabletas a partir del grano de cacao. Gentilé subraya el hecho de que son los únicos que utilizan esta técnica actualmente. “Los chocolates de nuestra marca contienen respectivamente 60, 50 y 47 % de cacao”, declara. Presume también del uso de productos de una empresa local. Recuerda que hasta el momento, ¡el cacao haitiano sólo era un producto de las chocolateras extranjeras!

La joven empresaria, para paliar la crisis, tiene la intención de diversificarse. Tener más presencia en el mercado internacional con clientes de mayor poder adquisitivo tanto haitianos como extranjeros. Corinne, con su bien desarrollado instinto para los negocios, sueña con tener ventas más recurrentes: vender seis mil tabletas en promedio al mes, es decir, un ingreso de un cuarto de millón de dólares americanos al año.

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Minuit (Medianoche), envuelto en papel negro. De acuerdo a su nomenclatura, es un chocolate completamente negro. 60% cacao se lee visiblemente en la etiqueta. Minuit evoca un poco lo ácido de las esferas artesanales de Jérémie o del Cabo Haitiano.

Paradis (Paraíso) es un chocolate de leche, con solamente 47% de chocolate negro, envuelto en un papel blanco y rojo. Wanga Nègès es la edición de lujo: con 50% de cacao, se mezclan al gusto cacao con papelón, el envoltorio blanco está marcado con la representación de un ave y fue el favorito de la mayoría de nuestros catadores. El logo, donde está representado el rostro de una mujer y una flor, recuerda los incontables cuadros ingenuos del movimiento Saint-Soleil.

Adicionalmente al producto en sí, el envoltorio de cada una de las tres variedades merece nuestra atención. Según Gentilé, fue lo que más les atrajo de los clientes extranjeros. Los tres fundadores recuerdan las envolturas de otras fábricas de tabletas de chocolate. El diseño, en este caso, fue realizado por una chica local, llamada Marly Descopains. Según su opinión, era necesario que lo hiciese alguien de nuestra cultura.

Desde su inicio, Askanya lleva a cabo actividades en torno al chocolate o relacionadas a él tanto en Haití como en el extranjero. Podemos mencionar, entre otras, Taste of Haïti, una feria en Paraguay, otra donde nuestros vecinos, la Feria Mundial del Cacao y el Chocolate en Francia…

Recientemente, Corinne y Gentilé dejaron sus respectivos empleos para dedicarse únicamente a su negocio. Un riesgo calculado que pondrá a prueba el honor de nuestros compatriotas que pretenden apoyar la producción nacional.

Curiosidad: Fue la ciudad natal de Andreas que inspiró el nombre de la empresa. La forma latina de “Aschersleben”, “Ascania” se asocia a Ascano, personaje de la Antigüedad.

 

Le Nouvelliste